viernes, 29 de noviembre de 2013

Hijos de la Tierra-


- Desde la maldición de Broud, deje de tener pueblo, Jondalar. Esto me hizo sentirme vacía. Me gustan los mamutoi es como el clan de Brun, casi todos son buenos. No sé cual fue mi pueblo antes del clan, y no creo que lo sepa nunca. -Miró fijamente al hombre, sus cabellos rubios y lisos, su hermoso rostro, que ella encontraba "bello", su cuerpo fuerte y sensible, sus manos grandes, expresivas, y sus ojos azules tan sinceros, tan preocupados-.Pero antes que los mamutoi llegaste tú. Tú llenaste mi vacío y me colmaste de amor. Quiero estar contigo, Jondalar.

-Ayla, Ayla mía, cuánto te amo- exclamó él, con un sollozo ahogado, mezcla de angustia y alivio.


La estrechó contra su pecho, con fuerza, pero también con suavidad, mientras se sentaban en el suelo; era como si no quisiera soltarla nunca más, pero como si al mismo tiempo temiera que fuera a romperse.




Aflojó el brazo apenas lo suficiente para besarla en la frente, los ojos, la punta de la nariz, la boca. Hacía frío, no tenían abrigo ni refugio, pero la deseaba.

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